jueves, 8 de julio de 2010

Miremos el lado brillante de la pelota...

“El fútbol es la recuperación semanal de la infancia” (Javier Marías)

Amado y criticado. Para muchos, imprescindible, para otros, un pasatiempo primitivo. Arte o locura, estética o violencia, juego o batahola... todas, pero todas las palabras conviven en este existencial invento que en nuestra cultura es tan importante, que vive en el ánimo de sus adoradores desde el primer arco a arco con el viejo, hasta el último partido, junto al nieto...relatado.

En estos últimos tiempos, debido a lo cambios de quienes manejaron este poderoso entretenimiento, he leído notas por doquier, a favor o en contra, críticas y elogios de que el fútbol llegue al fin al pueblo, pero veo que la mayoría sigue confundiendo al fútbol solamente con un deporte, cuando es mucho más que eso: ¡Es cultura nacional! Nos guste o no, rezonguemos de sus defectos o nos alegremos de sus virtudes es así. Analizarlo como un simple deporte es no conocer la realidad de los países como el nuestro – bien latinos y sanguíneos- que viven, respiran y mueren abrazados a la pasión que esta cultural forma de pertenencia y de comunión colectiva provoca en sus más enfervorizados fieles, los hinchas.
El filosofo Gramsci lo definía como “el reino de la lealtad humana ejercida al aire libre”.

Desde lejos no se ve...

La parte sociopolítica la dejamos para otro día, pero que tu equipo jugara un viernes y te tuviesen de rehén hasta el domingo a las 00.00 hs. para ver un gol, era (sin contar que debías pagar hasta para ver un córner) poco menos que esclavizar a la gente a través de sus emociones. La actualidad siempre puede ser mejorada, pero invertir en algo cultural que recrea y divierte (ahora a más de 25 millones de argentinos), que acompaña y llega a lugares donde jamás habían visto un partido, no deja de ser socialmente más justo, porque aún suponiendo que el “fútbol para todos” haya sido un equívoco: “siempre es preferible un error que beneficie a los más humildes que un error que beneficie a los poderosos de siempre”.

“Yo crecí en un barrio privado... privado de luz, agua, teléfono...”,(Diego Armando Maradona).

La pelota manchada

Aunque el juego en sí jamás es culpable, siempre fui bastante crítico de su lado oscuro, de sus defectos y sus miserias, he escrito en contra de varios de sus males exógenos como el exitismo, la violencia y el fundamentalismo que intenta que uno viva a través de sus ídolos y no su propia vida. Pero me apenan también quienes lo denigran desde sus soberbios pedestales – por desconocimiento, tal vez- y no reconocen que, en su lado brillante, es una de las pocas cosas que nos mantiene en juego, que nos regurgita lo lúdico de nuestra infancia.
Por eso uno ve que para la mayoría, lo último que se cambia es su amor a este concepto de pertenencia, a ser parte de un equipo, a una forma de actitud compartida y muchas veces hasta una manera de ver la vida a través de las diversas y maravillosas formas que tiene este entretenimiento.
Y esto sin obviar lo importante que es para miles de niños que encuentran en los clubes ese ámbito cálido, esa contención y ese amparo que los ayuda a compartir con “iguales” esos años que marcan la vida para siempre.

“La única religión que no tiene ateos, y exhibe a sus divinidades.” (Galeano)

Fútbol y literatura

Entonces, sin caer en extremos, uno aprende a disfrutar de la vida como de lo positivísimo que ofrece el fútbol, sin exageraciones ni antagonismos, pero comprendiendo que forma parte de nuestra forma de sentir y de ser, de nuestra idiosincrasia como nación.
"Hay quienes sostienen que el fútbol no tiene nada que ver con la vida del hombre, con sus cosas más esenciales. Desconozco cuánto sabe esa gente de la vida. Pero de algo estoy seguro: no saben nada de fútbol" (E. Sacheri)
Y nuestro país, saludablemente tiene en sus intelectuales muchísimos amantes de este juego y lo transcriben con pluma genial en varios libros, ensayos y poemas. Nombrar a inmensos pensadores como Soriano, Cortázar, Bayer, Sasturain o J. P. Feinmann, sirve como avanzada a decenas de grandes escritores que saben de memoria que la existencia pasa, sobre todo, por lo que nos emociona, y nos hace olvidar por un rato, que el partido de la vida tiene árbitros comprados de antemano que nos expulsan si gambeteamos lo políticamente correcto y siempre lo terminan antes de lo que uno desearía.

Maravilloso juego

El escritor Rodolfo Braceli dice: “Millones de veces oímos decir que el fútbol se parece a la vida. A veces dan ganas de decir que es la vida la que se parece al fútbol” y aumenta aún más su análisis filosófico: “El fútbol es maravilloso porque como juego es maravilloso. Pero además es maravilloso porque nos saca tan sin vueltas, tan de cuajo, la careta. En ese sentido, el deporte de la pelota nos desnuda, nos deja en pelotas”. Para pensar, ¿no?
El «negro» Fontanarrosa que tanto nos ayudó a ser mejores tipos, dejó miles de páginas dedicadas a su amado deporte. Lo marcó tanto el fútbol que hoy mismo se puede ver su nombre en las tribunas de su querido Rosario Central, “tengo dos problemas para jugar al fútbol. Uno es la pierna izquierda. El otro es la pierna derecha”, escribió con su inigualable ironía.
Vayan estas otras dos frases para reír un poco: “Central es prioridad uno. No me vengan con el cumpleaños de mamá. Yo me voy a la cancha. Eso es innegociable” y hablando en un reportaje sobre la sexualidad de los futbolistas aseveró: “Antes y después no pasa nada; el verdadero problema es la actividad sexual durante el partido”…¡Qué problema cuando se nos va esta gente!
Como decía anteriormente, seguro nos volvemos más mediocres como sociedad.

Tiempo adicionado

Por eso, “seamos buenos” (como dice un periodista) y reconozcamos en este maravilloso juego todo que nos une, lo que aunque sea por 90 minutos, nos abraza sin clasismos ni diferencias. Sepamos vernos en cada niño que en cada rambla patea la vida para adelante con la emoción del gol y la gambeta, ya tendrá tiempo de sufrir cosas peores, -la adultez suele ser un defensor con malas artimañas- y antes que los refutadores de leyendas y los escribas del pesimismo nos quieran robar la pelota cada vez que caiga en el patio de su amargura, antes de que nos quieran robar como es costumbre la alegría, hagámonos un pase entre todos y ganemos por goleada a todos los que hablan de “pueblo” y jamás compartieron con ese pueblo ni la naranja después del picado.

“Todo cuanto sé con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol.” (Albert Camus).


PD: De cualquier manera si usted no está del todo de acuerdo con esta nota, ¡lo invito a definir por penales!

Jorge "aleman" Azpiroz, músico/escritor
especial para Diario La Opinión de Trenque Lauquen

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