miércoles, 8 de septiembre de 2010

Para creer o... terminar de reventar!

"El hombre en su evolución incorpora nuevos conocimientos, pero jamás abandona sus ritos"

¿Quién nos transmitió que cruzar los dedos aleja los malos espíritus? La pata de liebre que contrarresta -según tradiciones medievales- las noches en que las brujas se convertían en liebres para sorber los pechos de las mujeres que habían dado a luz. Seguramente lo de levantarse con el pie derecho obedece a la dictadura de los diestros que son mayoría y consideraban al zurdo –como algunas conductoras de televisión- como algo perverso.
Desde los druiadas y galenos de la antigüedad, la madera siempre fue fuente medicinal, aunque también en la grey cristiana se lo atribuye a la cruz de madera de cristo, ”tocar madera” entonces, es aferrarse a la tabla de salvación espiritual ante el peligro inminente del mal.
Y así podemos seguir con las herraduras, la sal desparramada, la positividad de algunos colores y por el contrario la necesidad de evitar gatos negros, de pasar bajo escaleras, y ni hablar del viernes 13, número fatídico si los hay que debe su fama al día de la muerte de varios semidioses, a Jesús (murió un viernes para colmo) y también el número de los apóstoles antes del final anunciado por un «cleto» de aquella época.
Entonces uno se pregunta porque el hombre desde su génesis lleva internalizado en mayor o menor medida el apego a las cábalas, a ritos y supersticiones y a las costumbres que aunque ninguneadas por lo bajo. seguimos usando porque, no creemos en brujas¡pero que las hay, las hay!

Cruzar los dedos!

A pesar de la velocidad de los cambios, de la prepotencia de los nuevos tiempos, poco han cambiado en nuestras costumbres los temores, los reaseguros cabuleros, la indefensión ante lo desconocido y la caterva de recursos que utilizamos para luchar contra las energías negativas que nos acompañan desde el principio mismo, seamos sinceros, ¿quién no tocó madera alguna vez u otra zona febril ante la presencia de energía negativa?, quién no pensó : “si sucede algo en pocos minutos será un mensaje y señal buena ante algún temor que nos apremia”. Prender velas, la oración a santos, la devoción a los milagros, la aprehensión a los ritos y creencias que nos ayudan como una armadura a enfrentar con mayor enjundia y ánimo la inminencia de una batalla desigual.
Lo increíble es que esta particularidad nos iguala a todos los humanos, sean de la religión o raza o cultura que sean. Todas pero todas tienen sus cábalas, sus pócimas y conjuros y sus miles de maneras de auyentar los demonios que insisten advertidos de nuestra innata fragilidad. Los brahanes e hindúes en la búsqueda de la reencarnación, los budistas viajando hacia dentro de sí mismos, el islamismo, el judaísmo y el cristianismo confluyendo en la virtud de las acciones a través del dogma con reglas a seguir para llegar a Dios.
Los ritos y ceremonias de los pueblos indígenas en su adoración a la tierra y a lo natural, el candomblé africano para espantar el mal con sus macumbas, orixas, umbandas, vudúes y santerías. Algunas más apegadas a su fe primaria, otras cercanas al sincretismo, al fusionarlas con la fe de los nuevos mundos.
Más allá de fe, que de eso de tratan las cábalas, éstas difieren solamente en la forma, el estilo en que cada cultura aleja el mal a través de plumas, saumerios, inciensos, rezos y sacrificios, o la “promesa” de que si se cumple lo pedido ofreceremos algo que en verdad nos cueste ofrendar.
Por eso, a pesar de que fingimos racionalidad, sabemos que internamente la mayoría aún lleva dentro de si ese submundo de creencias y tradiciones que no quiere gritar a viva voz porque parecería que es poco culto sabernos místicos y supersticiosos.

Ave de buen agüero

Esta nota nació para sintetizar un pedido de Sara, una asidua lectora de mis notas y yo le sumo un homenaje a Ana, creadora de la lechuza en este mismo diario, ya que si hay animal que rige la superstición ése es el buho o lechuza. Desde las pinturas rupestres siendo uno de los pocos animales que aparecen, a la Grecia antigua en que era uno de los símbolos de la diosa Palas Atenea (Minerva) diosa de la sabiduría y la inteligencia pues había nacido del cerebro de Zeus y con sus ojos profundos –como la lechuza- le era más fácil por más oscura que fuera, ver la verdad. También babilonios y egipcios lo usaban para proteger embarazos y partos, los hindúes como símbolo de espiritualidad cósmica y muchas culturas le ofrendaban como símbolo del conocimiento, los mayas en su horóscopo, señalan a la lechuza como factor espiritual y sensible, aunque también tiene en muchas otras culturas un significado más oscuro y tenebroso siempre asociado a la muerte «Reconozco el batir de las alas, sonido temeroso.» escribía el poeta Virgilio en su Eneida.
Sin embargo en su parte pristina, la lechuza como amuleto de hogares trae beneficios de protección y mejoras económicas, la tradición dice que hay que ir comprando diferentes adornos «lechuziformes» para progresar en ese mismo bienestar.

Yo tengo fe... que todo cambiará

Y en nuestro país somos evidentemente cabuleros. Basta ver los deportistas en una retahíla de persignaciones y pasos en falso para no entrar al terreno con el pie cambiado, los brazos al cielo en cada gol, como si el contrario no tuviera la misma protección divina no?, la afición a los burros y su frondosa “martingalas” tangueras, la devoción a la curandería que nos ha salvado de pasmos, empachos y verrugas, la lectura de manos, horóscopos y cartomancias, ídolos convertidos en santos, San Pugliese velando por los músicos, los actores y el deseo estercolero debido a que en teatros de antaño cuanto más carruajes, más gente y cuando más caballos más éxito o sea más “merde”... y estampistas y plata bajo el plato de ñoquis y 12 uvas en año nuevo y los “cuernitos” al mal agüero, y amuletos y tréboles y espigas... esmorfias y talismanes, o levantar a la novia (o novio) camino al lecho nupcial.
Entonces más allá de los fundamentos científicos que rechazan este universo cabulero, la gente sigue practicando –aún en sombras- su pagana forma de sobrellevar los miedos, la angustia, como un mecanismo de defensa ante la adversidad, cosa que no veo mal, cada cual lucha contra los molinos de viento de la vida con las armas que mejor le sirven, de eso se tratan las creencias, de eso se tratan las religiones, de eso se trata la lucha cotidiana ante lo enigmático de la existencia, ”hay que creer o reventar» es el dicho, o como dijo aquel parroquiano en una frase que quedó marcada a fuego en la historia de nuestra ciudad, al ser interrogado cuando iba caminando en medio de una procesión, el susodicho contestó efusivo: “y... en algo hay que creer me c... en Dios” provocando la risa incontenible de los presentes.


PD: mire si será un ave de buenos presagios que Tres Llantas, a pesar de ser un equipo humilde, equiparaba el juego gracias a los goles caídos del cielo del gran delantero local, “lechuza” Campos. Vaya a él también entonces este humilde homenaje.

Jorge "Aleman" Azpiroz.
Músico y escritor.

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